Seguramente has oído, alguna vez, la frase: “Somos lo que comemos”.
Sí, es una de las verdades verdaderas de esta vida.
Desde cuando nacimos, comenzamos a ingerir alimentos para nutrirnos, para sentirnos bien, para satisfacción de los sentidos y, con los años, por afinidad, por la compañía, por acontecimientos sociales y hasta para ligar, además de un largo etcétera.
También sabemos que, desde los primeros sorbos de leche materna, la calidad de la misma influye en nuestro crecimiento y desarrollo infantil. Una leche pobre en alimentos (como la leche artificial), impide el correcto desarrollo del intestino, de consecuencia, una carencia de absorción de nutrientes hace que crezcamos de forma más lenta, por ejemplo, con carencias del sistema inmunológico, etc, etc.
¿Crees qué la calidad de los alimentos, que ingieras en el resto de las etapas de tu vida, tenga menos importancia?
En cada paso de tú existencia, deberás adaptar los alimentos que ingieres a la situación en la cual estás.
En el periodo de lactancia, la leche materna es la más adecuada. Si no es suficiente la dosis materna, puedes sustituir este alimento con leches vegetales o animales (si no hay más remedios) evitando los lácteos que provengan de animales más grandes que tu (ej. la vaca).
En el periodo de la infancia, es bueno añadir cereales integrales de fácil digestión (si fuera posible con bajo contenido en gluten), proteínas vegetales (legumbres), mucha fruta y mucha verdura. La proporción de proteína ingerida puede llegar a un 30/35 % de la cantidad total de la dieta. Evitar los productos refinados ayudará, al intestino del niño/a, en formarse de forma completa.
En la fase de desarrollo, hasta al final de tu crecimiento, es bueno seguir una dieta variada y rica en alimentos vegetales, sales minerales y oligoelementos, puedes además, añadir ácidos grasos poliinsaturados, evitar los alimentos como la soja no fermentada, las proteínas animales ricas en hormonas y aditivos, las conservas artificiales, los azucares refinados, los productos ricos en gluten y pobres en alimentos vivos (como los cereales blanqueados, el trigo común, etc.).
Cuando llegas a la edad adulta, si además tienes una vida más sedentaria, será el momento más correcto para evitar los productos con un alto índice glucémico, las grasas saturadas, los combinados acidificantes y los excesos de comida.
En una edad más madura, son muy importantes los alimentos antioxidantes, de fácil digestión, las proteínas de buena calidad (para mantener el sistema muscular), las combinaciones de alimentos que faciliten la digestión y la asimilación de los mismos, los complementos alimenticios para suplir las carencias del desgaste o del paso de los años.
Como puedes ver, en cada etapa de tu vida, hay una alimentación adecuada y correcta. Aprende a conocer tu cuerpo y a nutrirlo de la mejor manera.
Eres el dueño de tu cuerpo, de tu vida y de tu salud, ayúdate con una alimentación sana. Recuerda que, además de “ser lo que comes”, eres lo que tu intestino es capaz de asimilar.